Entrenamiento físico.

por Invitado Lun Jul 20, 2009 10:05 am

Octavo Entrenamiento. Preludio, calentamiento

Su siguiente objetivo era claro, conseguir el físico y la fortaleza y resistencia suficientes para optar a un puesto de ascenso. Pronto cumpliría los requisitos expuestos por su Taicho para convertirse en el tercer al mando, así como también superaría los de Fuku-Taicho, estaba seguro de ello.

La Sala de entrenamientos sería su nuevo hogar durante varios días. Sesiones de entrenamiento que conseguirían poner en excelente estado físico y de forma a Sei. Su velocidad sería el aspecto más trabajado. El asesinato silencioso e instantáneo era su meta. La perfección. Necesitaría varios días para conseguirlo, pero estaba dispuesto a sacrificarse por más poder, más agilidad pero sobretodo, más capacidad para proteger a su Taicho, así como también cualquier compañero en peligro.

Sei arribó al lugar de entrenamientos. Estaba compuesto por varias barras, zonas de ejercicios y al final, unas dianas. En las dianas practicaría con sus nuevas armas. Armas arrojadizas ocultas en todo su uniforme. Ideó este estilo de lucha al oir hablar de Yoruichi, la Diosa de la velocidad. Ella era verdaderamente su meta a superar.

La caminata lo llevó hacia uno de los circuitos de velocidad. Colocó su cuerpo en la línea de salida mientras un cronómetro automático se preparaba y reiniciaba, indicando el tiempo medio de los Shinigami Raso en cumplir con el objetivo. Aquello sería de utilidad para ver su actual nivel. Su siguiente escalón era el de un Tercero al Mando, pero eso sería más adelante.

Justo cuando su pie cruzó la línea el cronómetro inició su cuenta. Los segundos pasaban constantes, era la perfección en cuanto a tiempo. Poder calcularlo y medirlo. Varios shunpos bastaron para colocarse encima de los puntos marcados, ordenada y seguidamente, completando las diferentes etapas en números positivos. Superaba en dos segundos a los Rasos convencionales. De momento todo iba bien.

Un largo y enorme shunpo consiguió que alcanzara la última de las señales, marcando un tiempo de veinticuatro con ochenta décimas. Fue espectacular. Su velocidad era magnífica. Quedó a apenas un segundo del nivel convencional de un Tercero al mando. Algo digno de sentirse orgulloso con uno mismo, Sei lo sabía.